En Mexico, en la cuenca del Papaloapan existe "el país de las piñas", el paraíso de Bob Esponja, entre Oxaca y Veracruz.
Debido al cultivo de esta fruta la población flotante es muy numerosa en las épocas de laboreo, con diversidad étnica con mayoría de población indígena. Por este motivo no es nada raro que al comienzo de las cosechas se realicen ceremonias que incluyan danzas como la de la flor de la piña.
Comienza la danza una mujer joven, que es la única
participante. Su vestimenta consiste en una larga falda de tela blanca que le
cubre de la cintura a los tobillos. La falda no es ni holgada ni estrecha y
permite a las piernas accionar sin ninguna dificultad. El complemento es una
especie de capa, también de tela blanca, con flores bordadas en los bordes, que
si bien cubre totalmente la espalda, deja un poco descubiertos los costados, al
frente apenas cubre los senos. Se aprecia un gran seguro cerrando al frente la
citada prenda, de no ser por él, la capa sólo cubriría los hombros y la
espalda.
La danzante no usa calzado y en cuanto a su peinado, se
trata de una o dos trenzas circundando la parte superior de la cabeza, con
listones de colores vivos mezclados en dicho trenzado. Se omiten detalles de la
fisonomía de la mujer, para evitar que alguien la juzgue como
"bonita" o "fea", pues de acuerdo con las costumbres
mexicanas, estos adjetivos no se aplican a las personas, a los animales, a las
plantas, a ninguna creación de la Naturaleza, sólo se aplican a las creaciones
humanas.
En una ocasión, se escogió para la danza un terreno
rectangular, como de 20 metros cuadrados. Se pusieron piñas delimitando esta
superficie, aproximadamente una cada metro. En el centro se pusieron unas 20
piñas y separada de este grupo, a unos 2 m. de distancia y hacia el sur, una
piña solitaria.
Por el oriente aparece la mujer. Caminando lentamente, sin
apresuramiento se dirige a la piña solitaria. Cuando está junto a la piña, la
mujer se sienta en cuclillas y se recoge la falda. El rostro mira al sur y en
este momento da la espalda al grupo de piñas del centro.
El hecho de recogerse las enaguas y exhibir las piernas es
algo que sólo ocasionalmente se puede apreciar. Si en la ceremonia estuviera
presente un sacerdote católico sería imposible, pues este acto se consideraría
contrario a la moral cristiana.
La danzante recoge la piña y la eleva, se pone de pie, con
los brazos en alto y en posesión de la piña, de inmediato se la muestra al Sol.
Luego de una pausa más o menos prolongada, da media vuelta y muestra la piña al
norte. Lentamente la mujer desarrolla una vuelta completa sin desplazarse del
sitio donde comenzó la evolución, siempre sosteniendo la piña en alto y
sujetándola con sus dos manos.
Luego de la presentación de la piña, la danza entra en una
etapa muy vistosa, pues de pronto la danzante se coloca la piña sobre su hombro
izquierdo. Trazando sobre el terreno círculos concéntricos, pronto llega hasta
los bordes del mismo, quedando bien cerca de los espectadores y entonces se
puede apreciar que su rostro muestra alegría y orgullo. Verdaderamente está
orgullosa del fruto que lleva sobre su hombro.
(Fuente: tlahui.com)