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sábado, 21 de mayo de 2016

Un valle glaciar "cercano" Alto Miera

La carretera que lleva al Portillo de Lunada por la vertiente cántabra surca la parte alta del valle del río Miera, un valle glacial de dimensiones colosales, con un paisaje convertido en lo que ahora es hace trescientos años. Dos miradores permiten entender el paisaje y la historia de una zona pintoresca pero cercana.

Es sentado en el mirador que da al Resbaladero que uno comienza a entender que la belleza actual de la parte alta del valle de Miera tiene que ver con el desbocado afán industrial de la Cantabria del siglo XVII, cuando para alimentar la fábrica de cañones de La Cavada acabó por talar los bosques del valle y convertirlos en leña. Sin aquella catástrofe ecológica de hace cientos de años todo sería un bosque cerrado y hoy no dispondríamos de la perspectiva que permite admirar la amplitud del valle. Es una forma un tanto condescendiente de consolarse, sí, pero es lo que hay. Frente a la frondosidad y belleza en primer plano de los valles más occidentales de La Montaña (Saja, Nansa…), en el alto Miera predomina la amplitud.
Las dimensiones del propio paso de montaña que cierra el valle por la parte superior sirven para hacerse una idea de la magnitud del territorio. Desde Liérganes, en la parte baja del valle, hasta el portillo de Lunada, tenemos treinta kilómetros de carretera serpeante. Pasada la zona llana, donde se asientan el propio Liérganes y Rubalcaba, apenas cruzamos un puñado de poblaciones. Y ninguna de ellas es de un tamaño mayor que el de una aldea. Quizás sea la desproporción entre el territorio y sus habitantes confiere a la zona un halo de autenticidad. No se puede decir que sea una naturaleza salvaje, pero la poca densidad de carreteras, postes de la luz, incluso de viviendas, acentúa el efecto.


Portillo de Lunada
Partiendo de Liérganes, al que se accede a través de Solares, conviene seguir las indicaciones que llevan a San Roque de Riomiera, que será la última población que crucemos. Porque de ella, sólo queda el barrio de Concha (que pertenece al propio San Roque) y algunos invernales. En cierto modo, hay quien considera que el puerto de montaña comienza en San Roque. Es cierto que a partir de ahí es donde muestra su paisaje característico, básicamente verde, con algunos farallones de roca caliza asomando por diferentes puntos. Lo cierto es que a partir del pueblo la carretera se empina más aún.
Describir lo que uno va a encontrarse es fácil: un valle de origen glaciar, con perfil en U y no en V en su parte alta, cuya vegetación es rala. La carretera que los surca, la CA-643, primero lo hace por la el lado derecho. Luego, poco antes del final, cambia de vertiente para acabar saliendo por arriba a más de 1.300 metros de altitud. No es de extrañar que el paisaje sea de alta montaña por momentos, y que durante varias semanas al año el paso permanezca cerrado por las acumulaciones de nieve. No sólo por la abundancia de precipitaciones en la zona, sino porque la inclinación de sus laderas y la poca vegetación que sujete la nieve hace que sea una zona propensa a las avalanchas.

El Resbaladero y la Casa del Rey
El Resbaladero desde el mirador.
Antes de llegar arriba conviene parar en, al menos, dos puntos. En otros muchos sentiremos la necesidad de detenernos a contemplar o fotografíar el paisaje, pero la estrechez de la carretera impide detenerse en algunos lugares. En cualquier caso, en una de las curvas hay habilitada una pequeña explanada en la que abandonar el vehículo. Un cartel nos ayudará a orientarnos e identificar lo que tenemos frente a nosotros. Lo más característico de esta primera parada es el Resbaladero. Es apenas una rampa de piedra cubierta por la hierba, pero es lo más alto que llegó la industrialización del siglo XVIII. Como ya sabemos, la fábrica de cañones de La Cavada (en el mismo río, casi en la desembocadura) necesitaba madera para sus labores de fundición. También el astillero de Guarnizo necesitaba madera para construir barcos. En un proceso sin freno, los bosques fueron talándose de abajo a arriba del valle. En 1791 se había agotado la madera de la zona y era necesaria la de La Rioja y Burgos. El río Miera habría de servir para bajar los troncos por su cauce, y para hacerlos llegar al agua, un ingeniero austríaco diseñó una rampa para que cayeran por ella. Junto al Resbaladero se encuentra la Casa del Rey, el edificio neoclásico que albergaba a los trabajadores del resbaladero. Estuvo en activo hasta 1834, cuando cerró la Real Fábrica de La Cavada. Hoy, parece una cabaña de pastoreo más, que sólo llama la atención por ser un poco más alargada que sus vecinas. Se puede llegar hasta ella a través de un desvío de la carretera.

Covalruyo
El siguiente mirador, el de Covalruyo, se encuentra a unas decenas de metros de la carretera. Es reconocible por hallarse en una de las curvas de herradura de la que parte una escalera de piedra. Los escalones, algo toscos, llevan al mirador. Afortunadamente aquí la cuneta vuelve a ensancharse lo justo como para dejar el vehículo mientras caminamos. Desde este mirador, al contrario que en el caso anterior, en el que vemos el Valle, vemos lo que el Valle nos oculta, que es su propio tamaño. Es uno de los pocos puntos en los que la perspectiva permite admirar la amplitud del valle y ser conscientes de su origen glaciar, y su leve descenso hacia la zona de la que venimos. Una vez aquí, sólo faltan un par de kilómetros o tres para llegar a lo alto del puerto.

Visto en: google+ (Julio Aedo) Imágenes: foropicos.net

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