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jueves, 3 de diciembre de 2015

El baile de la flor de piña.

En Mexico, en la cuenca del Papaloapan existe "el país de las piñas", el paraíso de Bob Esponja, entre Oxaca y Veracruz.
Debido al cultivo de esta fruta la población flotante es muy numerosa en las épocas de laboreo, con diversidad étnica con mayoría de población indígena. Por este motivo no es nada raro que al comienzo de las cosechas se realicen ceremonias que incluyan danzas como la de la flor de la piña.


Comienza la danza una mujer joven, que es la única participante. Su vestimenta consiste en una larga falda de tela blanca que le cubre de la cintura a los tobillos. La falda no es ni holgada ni estrecha y permite a las piernas accionar sin ninguna dificultad. El complemento es una especie de capa, también de tela blanca, con flores bordadas en los bordes, que si bien cubre totalmente la espalda, deja un poco descubiertos los costados, al frente apenas cubre los senos. Se aprecia un gran seguro cerrando al frente la citada prenda, de no ser por él, la capa sólo cubriría los hombros y la espalda.
La danzante no usa calzado y en cuanto a su peinado, se trata de una o dos trenzas circundando la parte superior de la cabeza, con listones de colores vivos mezclados en dicho trenzado. Se omiten detalles de la fisonomía de la mujer, para evitar que alguien la juzgue como "bonita" o "fea", pues de acuerdo con las costumbres mexicanas, estos adjetivos no se aplican a las personas, a los animales, a las plantas, a ninguna creación de la Naturaleza, sólo se aplican a las creaciones humanas.
En una ocasión, se escogió para la danza un terreno rectangular, como de 20 metros cuadrados. Se pusieron piñas delimitando esta superficie, aproximadamente una cada metro. En el centro se pusieron unas 20 piñas y separada de este grupo, a unos 2 m. de distancia y hacia el sur, una piña solitaria.
Por el oriente aparece la mujer. Caminando lentamente, sin apresuramiento se dirige a la piña solitaria. Cuando está junto a la piña, la mujer se sienta en cuclillas y se recoge la falda. El rostro mira al sur y en este momento da la espalda al grupo de piñas del centro.
El hecho de recogerse las enaguas y exhibir las piernas es algo que sólo ocasionalmente se puede apreciar. Si en la ceremonia estuviera presente un sacerdote católico sería imposible, pues este acto se consideraría contrario a la moral cristiana.

La danzante recoge la piña y la eleva, se pone de pie, con los brazos en alto y en posesión de la piña, de inmediato se la muestra al Sol. Luego de una pausa más o menos prolongada, da media vuelta y muestra la piña al norte. Lentamente la mujer desarrolla una vuelta completa sin desplazarse del sitio donde comenzó la evolución, siempre sosteniendo la piña en alto y sujetándola con sus dos manos.

Luego de la presentación de la piña, la danza entra en una etapa muy vistosa, pues de pronto la danzante se coloca la piña sobre su hombro izquierdo. Trazando sobre el terreno círculos concéntricos, pronto llega hasta los bordes del mismo, quedando bien cerca de los espectadores y entonces se puede apreciar que su rostro muestra alegría y orgullo. Verdaderamente está orgullosa del fruto que lleva sobre su hombro.
(Fuente: tlahui.com)

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